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José Manuel de Santiago Rivas

Nieve: ¿La marca de la navidad?

Es tan poca la nieve que cae en un contexto global; sin embargo, la marca de esta nos persigue y acusa en cada invierno, sin importar qué tan lejos o cercanos seamos a la línea del Ecuador.

Uno de los primeros deseos de mi aparente madurez de consciencia, fue cuando cumplí 11 años. El deseo era frío y nieve para navidad. La capital del estado de Durango, sí, la ciudad del mismo nombre me concedió el único sueño navideño hasta hoy. Para los que tienen la fortuna de conocer la capital del reino de los alacranes, un lugar donde una de las cúpulas de catedral resguarda la visita de una monja todas las noches, una ciudad poco pretensiosa en la que todo sucede sobre “la 20 de noviembre”, un pasaje al que vas a “veintear” a pie, o en el “vocho de algún primo”  con el solo objetivo de un helado y de cumplir el circuito entre el Guadiana y el Boulevard.

La nieve podría ser una de las marcas de la navidad, ciertamente este modo occidentalizado de dibujarla incluye este fenómeno, asumir los paisajes en color blanco y árboles gigantes, viviendas de techos a dos aguas. Qué tan real es la versión de la navidad en la mayor parte del mundo y no hablo del total del orbe, incluso de los que habitamos al estilo occidental, una cultura que tan solo es parte de un todo, y, por un tema geográfico y cultural vamos haciendo propio sin quererlo, logrando inconscientemente presumir este escenario como el único teatro posible.

La no tan necesaria visita a mi tienda Costco más cercana, debo reconocer que me he convertido en un adicto a pasear por ese lugar, un mercado al que puedo acudir al menor pretexto, sobran las excusas para tomar un carrito y recorrer los pasillos para terminar al igual que en mi adolescencia duranguense sentado comiendo una bebida fría con la apariencia de un helado. En la pasada visita semanal llamó mi atención uno de los pasillos exhibiendo chamarras robustas. Debo decir sobre del inmortal verano en la ciudad de Mérida, este impide imaginar por más occidental que uno se sienta un invierno con nieve y pinos gigantes pintados de blanco. No discuto la necesidad de contar con ofertas de ropa y artículos de invierno por razones que resultan obvias a la vista. Qué tan acostumbrados estamos a ofertar un servicio o producto por conservar las tradiciones, tradiciones que no necesariamente aplican en nuestra plaza, no tengo y seguramente no tendré el dato de cuántas prendas de invierno se desplazan en una tienda que se diseña para un mercado global y que además es a toda luz un proyecto que rebasa el éxito comercial.

La nevada en aquel invierno de 1986 en la ciudad de Durango,  que, a pesar de ser un estado frío no son para nada comunes en la capital, ha sido hasta hoy el mejor recuerdo que tengo de una navidad. La fortuna de conocer uno que otro lugar y saborear este periodo en camisa corta y con el ventilador de techo encendido, es por supuesto, una ventana para conocer escenarios distintos a los que aparecen en las revistas, cine y televisión. Es tan poca la nieve que cae en un contexto global, sin embargo, la marca de esta nos persigue y acusa en cada invierno, sin importar que tan lejos o cercanos seamos a la línea del Ecuador.

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