La polarización en torno a cuestiones políticas, sociales y culturales está candente en casi todo el continente americano y es amplificada a través de los medios de comunicación y las corrientes de las redes sociales.
Hay países en los que existe un gran consenso sobre cuestiones de relevancia nacional y países en los que falta este consenso, en los que la población está dividida, se vuelve desconfiada y no está dispuesta a comprometerse. Estas últimas son sociedades polarizadas y sus divisiones conducen a peores resultados en toda una gama de áreas, que van desde una mayor inseguridad para las empresas hasta una mayor inestabilidad política, pobreza y desigualdad.
Y esto se está filtrando rápidamente a los centros de trabajo, cuyas consecuencias son cada vez más prohibiciones, brotes de discordia, división, conflicto y hasta parálisis. Muchas empresas son testigos de primera mano de cómo los temas sociales polémicos crean conflictos internos y reducen la productividad. Las fallas del sistema político están obligando a los líderes corporativos a buscar soluciones ante este problema latente.
Pareciera una obviedad, pero necesitamos trabajar con otras personas para avanzar en nuestros objetivos compartidos. El dilema está en cómo hacer que prive la armonía, incluso con personas con las que se está en desacuerdo, que no te agradan o en las que no confías.
La clave para permitir la colaboración entre personas que no están de acuerdo está en no obligarlas a estar de acuerdo. En cambio, darles espacio para estar en desacuerdo sobre algunos temas, para ser fieles a sus propias experiencias y creencias, y al mismo tiempo, para descubrir los asuntos en los que sí están de acuerdo.
Es muy difícil hacer que las personas hagan cosas que no quieren hacer, y hacerlo con el uso de la fuerza no es el mejor camino. En la mayor medida posible, se debe permitir que las personas empleen su autonomía y voluntad para tratar de encontrar libremente en qué pueden alinearse y colaborar. El foco debe de estar en avanzar en conjunto.
El error más común que comete la gente al tratar con las diferencias es insistir en lo común, esforzarse por lograr un acuerdo, una finalidad y una conclusión.
Pero, como bien saben los políticos y los diplomáticos más hábiles, la ambigüedad puede permitir el avance: pongámonos de acuerdo en lo que podemos y debemos, y a seguir avanzando. A través de la experiencia de ir juntos, aunque sea lento y errático, se pueden llegar a comprender mejor las diferentes perspectivas sobre lo que está aconteciendo y lo que se debe hacer al respecto. Aprendemos sobre lo que podemos y debemos acordar y a lo que sigue.
Una de las formas más efectivas para lograrlo, es crear el espacio para avanzar unidos, abriendo tiempo entre las reuniones formales para actividades y conversaciones informales, en pequeños grupos de tres o cuatro participantes, como pausas para el café, una comida o un trago, charlas y caminatas, por supuesto de manera presencial y, con un poco de adaptación, en reuniones en línea.
Crear un entorno que fomente el debate respetuoso y acepte diferentes puntos de vista, puede ser un verdadero desafío en el clima actual. Lo que es cierto es que, cuantas más conexiones personales se establezcan, más probable será que los compañeros de trabajo sean respetuosos y comprensivos cuando surjan problemas difíciles en una interacción.
Estas pausas en medio de las horas de trabajo, permiten relajarnos, conectarnos como seres humanos, conocernos mejor y descubrir y construir sobre un terreno común. Al crear estas conexiones, es posible salvar nuestras diferencias, reducir la polarización y avanzar en los desafíos compartidos. La investigación ha demostrado que los equipos “cognitivamente diversos” resuelven problemas más rápido y son más innovadores.