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Carlos Bonilla

Incremento en los divorcios, otra secuela de la pandemia

La pandemia de la COVID-19 ha impactado prácticamente todos los ámbitos de la vida social de las personas en gran parte del mundo. Se ha manifestado tanto como una crisis de los sistemas sanitarios y en los ámbitos económico, social y de comunicación. También ha trastornado la intimidad y las relaciones de pareja.

En este periodo, que duró más de dos años, las tecnologías profundizaron la mediación que venían haciendo de la información, la comunicación, el entretenimiento y las emociones. Asimismo, se instalaron de lleno en ámbitos que se resisten a incorporarlas, como el trabajo (en ciertos sectores de la economía), la educación formal en prácticamente todos sus niveles de enseñanza, las reuniones familiares y convivencia entre amigos a través de las videollamadas, entre otros más. 

Las tecnologías permitieron mantener en movimiento actividades públicas desde los espacios y dispositivos privados. El hogar fue invadido de múltiples responsabilidades que se realizaban habitualmente fuera de él; los horarios de estas actividades se trastocaron, y la vida íntima enfrentó nuevos retos de conciliación, entre el trabajo remunerado en casa y el doméstico, los horarios de oficina/trabajo y los de descanso, los usos de los espacios del hogar (convertidos en oficinas, talleres o salones de clases), así como la priorización de actividades entre los miembros de la familia.

La sociabilidad afectiva se transformó.  Se volcó a los escenarios virtuales en los que se replican usos de tecnologías que ya estaban incorporados en las rutinas diarias y, a la vez, se incorporon nuevos usos y plataformas antes desconocidas. Esto implicó procesos de alfabetización digital intensos, incentivados por las necesidades de trabajo, entretenimiento, de relación con familiares, amigos, o parejas que no viven en la misma casa. En este escenario, la gran mayoría de las personas conectadas conoció más el potencial de las tecnologías para mantener relaciones íntimas a distancia y expresar afectos a través de medios digitales.

La separación de la vida por espacios y horarios dejó de funcionar, fusionando lo público y lo privado, el trabajo y el ocio, las relaciones laborales con las familiares, en el marco de una intimidad doméstica de tiempo completo. Las tecnologías han sido reconocidas por lograr la presencia en la ausencia. Han sido el instrumento para estar en contacto con los familiares y amigos que no es posible visitar. Estas tecnologías han permitido la ausencia en la presencia, han hecho posible distanciarse de las relaciones inmediatas para recuperar espacios de privacidad o de mayor libertad para mantener otros vínculos laborales, familiares, de amistad o afectivos y sexuales.

Aunque el barómetro de resultados del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) sobre efectos y consecuencias del coronavirus concluye que el 28,1% de las personas ha mejorado su relación con la familia durante la pandemia, para el 18,8 por ciento empeoró su relación de pareja. 

Octavio Torres publicó una nota, con información del INEGI, en la que afirma que “la pandemia está llegando a su fin y el amor también”. Dice la espera terminó para muchos mexicanos que, limitados por las restricciones del covid-19, habían postergado sus divorcios. Según datos del INEGI, el porcentaje de divorcios en México se disparó 61.4% durante 2021, en comparación con el año previo.

En 2021 se registraron casi 150,000 divorcios en el país, una cifra muy superior a los 92,739 que se registraron en 2020. El aumento se debe, principalmente, a que durante 2020 fueron suspendidas diversas actividades y servicios, tanto privados como públicos.

De hecho, los divorcios concretados el año pasado en el país están por debajo de la tendencia al alza que se venía observando en los años previos. En 2019, antes de la pandemia, el número de divorcios en el país alcanzó su punto más alto con 160,107.

Según el INEGI, los divorcios en el país se incrementaron en los últimos años. La tasa nacional de divorcios por cada 10,000 habitantes de 18 años o más pasó de 13.0 en 2012 a 16.9 en 2021. El año 2020 que coincidió con el inicio de la pandemia por la covid-19, presentó una disminución respecto a 2019.

Un dato interesante de los divorcios en México es que solamente 3 de cada 10 se concretaron por mutuo consentimiento, mientras la mayoría están clasificados como divorcios incausados. Estos últimos se refieren a la modalidad donde basta la voluntad de uno de los cónyuges para disolver el matrimonio.

Marta Chacón, técnica de Sensibilización a la Mediación Familiar en Ruptura de Pareja de la Unión de Asociaciones Familiares (UNAF) dice que “la pandemia no ha provocado las rupturas en las parejas, pero sí ha anticipado esa decisión. Para algunos ha sido una prueba de que la relación ya no era la que querían”.

Durante el confinamiento, las consultas recibidas por UNAF fueron sobre todo de parejas ya separadas con acuerdos en vigor que tenían muchas dudas sobre el cumplimiento de las visitas y los aplazamientos de pago de las pensiones de alimentos ante la pérdida de empleo.

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