La repentina decisión de las autoridades cataríes de prohibir la venta de cerveza en los estadios durante la celebración de la Copa del Mundo de la FIFA, recientemente terminada, puso a la máxima organización futbolística entre la espada y la pared con algunos de sus principales interlocutores.
Budweiser, la marca agraviada puso naturalmente el grito en el cielo tras la inusitada determinación, pero ellos no fueron los únicos en levantar las cejas y preguntarse qué seguiría después de dicha cancelación.
Otros patrocinadores que oficialmente no fueron dados a conocer pero que diversos medios de comunicación identificaron como Adidas, Coca-Cola y otros pesos pesados, manifestaron su inconformidad con la entidad balompédica al saber la determinación árabe y el poco respaldo que la FIFA le había dado a AB In-Bev, propietaria de la marca afectada, pese a recibir $75 MDD por este auspicio.
La reacción no fue poca cosa. Si los patrocinadores no pueden explotar enteramente la negociación pactada que, en el caso de la cerveza incluye la venta de sus productos en los recintos en los que se juega el evento, se pierde una parte importante de aquello que fue convenido tiempo atrás y que suponía ventajas para ambas partes.
De allí el que algunas de las otras marcas se hayan solidarizado con Budweiser y le hayan hecho saber a la FIFA, eso sí muy discretamente, que no estaban satisfechas con el trato dado a la cervecera y que la entidad buscara llegar a un acuerdo para no terminar afectando a su socio comercial.
No obstante, eso sienta un interesante precedente acerca de la influencia que las empresas que auspician, pueden llegar a tener sobre eso con lo que se están asociando.
Y es que al final del día, aquellos que aportan cantidades sustanciales de dinero también forman parte del ecosistema que tiene que ver con la organización de esta clase de eventos y deberían por ello, de tener mayor injerencia en la toma de decisiones, involucrándolos de una manera más activa.
De esta manera, realmente serían socios del negocio ya que lo que ocurra alrededor del mismo, termina beneficiándolos o afectándolos, de acuerdo a la forma como éste sea manejado y podrían tener injerencia en la toma de decisiones del mismo.
Así alguien vería por sus intereses y no como ahora en donde se mantienen al margen en la toma de decisiones y están lejos de involucrarse con el evento al que patrocinan.
Quizás la mejor manera de integrarlas, sería en una especie de consejo donde los principales actores pudieran opinar y asesorar a las poderosas instituciones organizadoras de los más importantes eventos deportivos del mundo para que eviten caer en situaciones como lo acontecido en territorio catarí, pero que a la vez también podría ayudarlas a evitar situaciones difíciles o comprometidas como las acusaciones de corrupción que también recientemente ha enfrentado la FIFA.
¿Cómo aplicar esto a nuestro país?
El futbol mexicano también debería de tomar nota de ello antes de que su posición de soberbia y de aversión a los cambios, termine por pasarle facturas que después no pueda pagar.
Después de lo acontecido en el pasado Mundial donde el equipo nacional fue incapaz de superar la fase de grupos, seguramente los auspiciantes del Tri no terminaron nada satisfechos e incluso puede ser que más de uno se haya quedado corto en cuanto a las previsiones de venta de los productos que ligan su imagen de marca a las de la selección.
¿Adidas logró la meta de vender el número de camisetas que tenía previsto colocar en el mercado?, ¿Banorte colocó tantas tarjetas con el logotipo del seleccionado como pensaba?, y así podríamos seguir con otros auspiciantes que probablemente no pudieron alcanzar los objetivos que esperaban.
Las marcas tienen que tomar una posición mucho más activa en un plan de saneamiento de todo el futbol mexicano tanto a nivel de la selección nacional como también de la Liga Mx para que ambas entidades alcancen los objetivos que sus auspiciantes desean y qué, de momento, les están dejando a deber. Ellas también quieren (y tienen todo el derecho) de opinar.